Dos edificios de la calle Pacheco de Melo al 1900 fueron alcanzados por la potente bomba, el 1 de agosto de 1978

Agentes de la organización guerrillera ingresaron con un ardid en un edificio vecino en Recoleta y colocaron el artefacto explosivo, en agosto de 1978; el atentado estaba dirigido a su padre, el vicealmirante Armando Lambruschini, y provocó tres muertos

El martes 1 de agosto de 1978, una carga explosiva de 25 kilos de nitroglicerina segó la vida de la adolescente Paula Lambruschini, de 15 años e hija del vicealmirante Armando Lambruschini, que semanas antes había sido el elegido por los jefes militares para suceder al hombre fuerte de la Armada, el almirante Eduardo Emilio Massera.

Apenas un mes antes, el país había celebrado en las calles el triunfo de la selección argentina de fútbol, campeona en el Mundial 78. Eran tiempos sacudidos por la violencia y las denuncias de violaciones a los derechos humanos desde el Estado y la bomba colocada por una célula de los Montoneros en un edificio lindero al que vivía la familia Lambruschini, en el barrio de Recoleta, llevó también a la muerte a dos vecinos: la señora Margarita Obarrio de Vila, de 82 años, que residía con su esposo en el primer piso de Pacheco de Melo 1957, y otra persona cuyo cuerpo quedó casi desintegrado entre los escombros.

El almirante Lambruschini vivía allí con su esposa Gladys y sus hijas Ana y Paula, quien cursaba el tercer año del secundario en el Colegio Esclavas del Sagrado Corazón. La organización Montoneros reivindicó el ataque, aunque lamentó la muerte de la adolescente. El atentado iba dirigido a su padre, quien por razones de seguridad no todas las noches iba a dormir a su casa, ya que varias veces pernoctaba en la sede de la Armada.

La explosión conmocionó al barrio y se sintió en varias cuadras a la redonda. Provocó cuantiosos daños en las viviendas y comercios de toda la cuadra e inutilizó a varios vehículos que estaban estacionados.

Así, tres víctimas fatales, dos edificios de departamentos que poco después debieron ser demolidos y centenares de vecinos damnificados por las heridas y los destrozos de sus bienes por una bomba de alto poder explosivo, que detonó a la 1.40 de la madrugada. En esa época no existían los celulares, ni las publicaciones online y LA NACION informó del hecho en una segunda edición impresa y distribuida en la misma madrugada.

Ese día, el presidente de facto, Jorge Rafael Videla, anunció su retiro como comandante en jefe del Ejército para concentrarse en el ejercicio de la primera magistratura, prometiendo “rectificaciones y una renovación de hombres”. Lambruschini, subjefe de la Armada desde 1975, le sacaba ventaja al vicealmirante Luis María Mendía, jefe de operaciones navales, para reemplazar en la Armada a Massera, decidido a organizar su proyecto político. La Junta Militar planificaba, así, la segunda etapa del Proceso de Reorganización Nacional. Massera y Lambruschini habían egresado juntos de la Escuela Naval Militar en 1946, el año del ascenso de Perón al poder. Treinta y dos años después, las urnas estaban bien guardadas, como diría el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri.

 

La calle del horror

Con el estallido de la bomba, la fisonomía de la calle Pacheco de Melo, entre Ayacucho y Junín, cambió para siempre y dejó al descubierto el rostro del horror. Los Lambruschini vivían en el tercer piso de Pacheco de Melo 1963 y, tras un minucioso trabajo de inteligencia, agentes montoneros colocaron el artefacto explosivo en el segundo piso del edificio contiguo, en el 1957 de esa arteria de Recoleta.

Las personas que quedaron atrapadas en los pisos superiores de ambos edificios, presas de pánico, fueron auxiliadas por varias dotaciones de bomberos, mientras operarios de las entonces Segba y Gas del Estado cortaban los suministros para evitar graves consecuencias. Las columnas retorcidas de las estructuras edilicias daban cuenta de la potencia del artefacto explosivo.

La brutal explosión dejó dos enormes boquetes en la medianera de la vivienda de Lambruschini, justo donde se encontraba el dormitorio de Paula, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida entre los escombros.

La bomba fue colocada en el segundo piso de Pacheco de Melo 1957, que era–más antiguo y más alto que el edificio vecino. Por eso, esa unidad era la que estaba más pegad al tercer piso en el que vivía la familia del vicealmirante.

 

El artilugio

Las pistas más firmes del atentado las dio la vecina Alejandrina Passo de Gil, propietaria del departamento en el que fue colocada la bomba. Al día siguiente de la noche en que nadie durmió, declaró a LA NACION que la vivienda estaba desocupada desde el 30 de junio –un mes antes- y que se habían realizado arreglos.

Reveló que la semana anterior había sido visitada por dos personas jóvenes, de unos 30 años y bien vestidos, quienes le exhibieron documentos que acreditaban su pertenencia al área de toxicomanía de un organismo de seguridad y le dijeron que debían inspeccionar la vivienda porque tenían indicios de que habría huellas de presencia de drogas, que podrían estar relacionadas con el inquilino que había dejado la vivienda.

Por esa razón permanecieron trabajando algunas horas en el departamento. Ella vivía en un piso inferior en el mismo edificio y los dejó trabajando allí varias horas solos. Investigaciones posteriores aportaron elementos que vinculaban a esos falsos funcionarios policiales con el Pelotón Especial Eva Perón de la organización Montoneros.

Uno de ellos habría sido Carlos Guillermo Fassano, secretario general zonal de la columna Capital de los Montoneros, que meses después –en octubre de 1978- fue abatido en un duro enfrentamiento con fuerzas de la represión, junto con Lucila Révora de De Pedro, madre del actual ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. No hay, sin embargo, pruebas que que vinculen a Révora con el atentado en la calle Pacheco de Melo.

En el libro “Los otros muertos”, donde relatan historias de víctimas civiles de los ataques de organizaciones guerrilleras en la Argentina, el periodista Carlos Manfroni y la abogada Victoria Villarruel –hoy candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, junto a Javier Milei- narran el atentado contra la hija de Lambruschini. Y cuentan la recuperación de Ricardo Álvarez, uno de los heridos más graves.

Álvarez tenía 25 años, estudiaba ingeniería electromecánica en la Universidad de Buenos Aires y vivía con sus padres y su hermano menor en el 3° A del edificio en el que los Montoneros pusieron la bomba. Dormía en su cuarto, que se desplomó por la explosión y cayó con su cama hasta la planta baja, en medio de los escombros. Los bomberos lo encontraron bajo tierra, tras los insistentes ruegos de su padre para que no abandonaran la búsqueda. El joven sufrió graves heridas en todo su cuerpo y su recuperación fue casi “una “reconstrucción” de los médicos.

Lambruschini condujo la fuerza naval durante tres años, hasta noviembre de 1981. Tras la recuperación de la democracia, en el Juicio a las Juntas fue condenado a ocho años de prisión por 35 casos de secuestro y diez de torturas reiteradas, y fue destituido. Cumplió ls dos terceras partes de la condena y fue indultado por el presidente Carlos Menem. Murió, a los 80 años, el 15 de agosto de 2004.

 

Mariano De Vedia

Publicado en La Nación