En la novela "Nosotros dos en la tormenta", el autor argentino revisa la violencia ejercida por los jóvenes de Montoneros y ERP, que también marcó a América Latina.

Centrada en 1975, justo el año antes del golpe de Estado y de la imposición de la dictadura de Jorge Rafael Videla, "Nosotros dos en la tormenta" (Alfaguara), la nueva novela del escritor argentino Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967), muestra un periodo que permanecía oculto y silenciado, el de las guerrillas revolucionarias de jóvenes conocidas como Montoneros y ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), pero también permite vislumbrar toda la década del 70 de Argentina, que fue la historia, con sus variantes, de los países de América Latina.

“No sólo mi país vivió esta sacudida por esas formas de entender la política que dan lugar a la violencia, me parecía imprescindible narrar también esa violencia con cuidado, con respeto, con el mayor conocimiento posible paa evitar escribir desde el prejuicio, que siempre es un riesgo que corremos todos, y además digamos alumbrar una problemática que me permito pensar que no es sólo de Argentina, sino latinoamericana. Año más o año menos, los 60 y 70 recorrieron nuestra región con este tipo de conflictos”, afirma Sacheri.

El autor de "La pregunta de sus ojos", novela adaptada al cine por Juan José Campanella, con el título "El secreto de sus ojos", afirma que no hay un solo país latinoamericano que haya podido escapar a esta problemática, aunque por supuesto que cada país lo resolvió de manera diferente, pero fue una violencia que nos involucró, afirma, a todos y por ello había que contarlo, sacar a la luz esa historia que permanecía oculta o silenciada.

“Creo que las problemáticas profundas que generaron esos enfrentamientos siguen existiendo y nos conviene alumbrar esas oscuridades desde el respeto, desde el diálogo, desde la comprensión de la complejidad de esas vidas. No me parece que la mejor solución ante la dificultad sea el retraimiento y el silencio. Eso nunca es bueno”, asegura el narrador que casi 50 años después vuelve a esa época marcada por la violencia, los secuestros, los bombardeos y los ajusticiamientos en nombre de la lucha.

El narrador e historiador dice que el de la violencia armada fue un camino extremadamente doloroso y lo recorrieron varios países latinoamericanos, donde, más allá de los ideales y las intenciones, el recurso de la violencia como herramienta principal generó mucho dolor en toda la sociedad, tanto en quienes se embanderaron en dichos ideales y participaron de estas organizaciones, como en quienes padecieron como víctimas esas acciones.

“Por eso la novela, busca ser una especie de mirada circular que va descansando en los puntos de vista de diferentes personajes. Aunque estos jóvenes no lo vean, sus acciones sacuden la vida de personas comunes y corrientes porque al ser una guerra revolucionaria urbana, en pequeña escala, también es pequeña la escala de sus blancos”.

Sacheri volvió a esa violencia desde los desastres de la violencia actual y sus jóvenes.

“Creo que los jóvenes, entre las opciones que ven para su acción política, no está la violencia”; más bien ha mutado en reivindicaciones del feminismo, de la diversidad de género, del ambientalismo, siento que esas son las esferas de demanda y de movilización, una movilización tal vez más sectorizada que se expresa de otros modos porque vivimos en una sociedad donde el discurso y las narrativas van por las redes sociales, pero creo que ahí hay canales que los jóvenes utilizan para instalar temas e instalar reivindicaciones”.

Pero al enfatizar la presencia actual de la violencia en nuestros países latinoamericanos, Eduardo Sacheri apunta: “En aquella época era una violencia racional, en el sentido de que era una violencia muy meditada, y más allá de estar o no de acuerdo con sus postulados estaba muy claro que se buscaba una transformación general de la sociedad y quienes la ejercían no parecían hacerlo en beneficio propio, era una suerte de ‘violencia altruista’, que claro que no legitimo eso, pero me da la sensación de que nuestra sociedad alberga hoy en día todavía más violencia”.

Cita el caso de México con la violencia del narco, pero enfatizando también el caso de Argentina.

“En mi país ha empezado a recorrer un camino bastante parecido en algunas ciudades en particular; la inseguridad también genera un montón de violencia en mi país, pero la violencia actual es más inorgánica y más irracional aún, pero irracional en el sentido que no es una violencia que pretenda cambiar nada más que la propia situación de la persona violenta, es decir, el violento actual lo que busca es beneficiarse personal e individualmente y eso vuelve más caótico aún el panorama”, asegura el escritor que en esta novela apunta que las mujeres revolucionarias que participaron fueron casi una vanguardia de las que hoy reivindican con una gran fuerza más espacios de acción, de poder, de decisión y de narrativas.

Publicado en www.eluniversal.com.mx