Mafalda seguramente diría: ¡otra vez sopa! Pero, tristemente, no se trata de Mafalda, sino del Dr. Jaime Smart, a quien, como dice Fernando Goldaracena en su carta del 5 de septiembre, le acaban de “encajar” otra perpetua, la que se suma a las cuatro que ya tiene.

Es cierto también que él no esperaba nada nuevo. Sin embargo, en esa causa también fueron condenados dos policías que participaron en un franco enfrentamiento en el centro de La Plata, en el que perdió la vida un sargento. Se trata de una condena indudablemente absurda, tanto para los integrantes de la fuerza policial que estaban defendiendo sus vidas (de nuevo, uno murió), como para Jaime Smart, que era totalmente ajeno al hecho por el cual se lo llevaba a juicio, dado que se encuentra ampliamente acreditado que ninguna responsabilidad tenía respecto de fuerza policial alguna. Pero claro: ¡qué les importa a los jueces federales! Ellos no escuchan nada cuando se trata de ventilar hechos que rotulan como delitos de lesa humanidad. El debate oral y público en esos casos parece presidio por muñecos que no reaccionan ante ningún estímulo.

Como sostenía Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, el encanallamiento no es otra cosa que la aceptación como estado habitual y constituido de una irregularidad que, de tanto llevarla a cabo, se llega a ver incluso como normal. Ya nada asombra a los jueces y todos siguen haciendo lo mismo sin siquiera preguntarse si lo que están haciendo es justo.

Francisco García Santillán

DNI 10.661.522

Carta publicada en La Nacion