Se trata de grupos criminales de estructura compleja de formación carcelaria, con expansión regional. Buscan reconvertir, a través de canales legales, las ganancias producidas por sus actividades reñidas con la Ley

Desde hace un tiempo, la incidencia que las organizaciones criminales nacionales o transnacionales tienen sobre la vida de los ciudadanos, ha dejado de ser algo marginal para transformarse en uno de los tópicos que más preocupan a la sociedad.

El impacto de estas bandas se decodifica en reducción del confort de vida. La inseguridad, el desorden y el caos que generan las actividades ilícitas desplegadas por estos grupos, han hecho que la sociedad solo perciba la realidad a través del emergente de dichas acciones; resumiendo, a través de la violencia.

Sin embargo, estas organizaciones de estructura compleja no solo operan produciendo eventos luctuosos en cuanto a vidas humanas, también lo hacen cuando tratan de reconvertir, a través de canales legales, las ganancias producidas por sus actividades reñidas con la Ley.

Descubrir este tipo de intrincadas redes, con sofisticados vínculos a través del sistema financiero, nos permite ver también, qué organizaciones son las que operan en nuestro territorio y en estos casos, reaccionar de manera adecuada ante situaciones semejantes.

En el último mes, el personal de la Policía Federal Argentina, tras una ardua labor investigativa, bajo las órdenes de la Dra. Sandra Arroyo Salgado, logró desbaratar una compleja red criminal, que a través de un elaborado sistema de operaciones financieras realizaba depósitos, transferencias, créditos mutuos y operatorias con poderes certificados por notarios de confianza del núcleo criminal.

Las operaciones principalmente se llevaban adelante con criptomonedas aunque no excluyentemente, también fueron allanados domicilios que funcionaban como “cuevas” de cambio de divisas que operaban de manera irregular.

Esta investigación, que los agentes federales sostienen, aún no ha terminado, en los últimos días arrojó otro dato curioso. Un ciudadano de origen chino era uno de los lavadores de activos de esta organización de origen brasilero, que además de incursionar en la adquisición de viviendas de lujo y automóviles de alta gama, exploraba también la explotación del negocio vitivinícola, exportando vinos desde Mendoza a Brasil.

La organización brasilera detrás de este mega operativo no es otra que el temible Comando Vermelho. Sin embargo, esta no fue la única vez que el Comando Rojo ha operado en nuestro territorio.

Operación “ciervo blanco”

En el año 2013, en el marco de una investigación por tráfico de estupefacientes, personal de la Gendarmería nacional debió adoptar como cobertura operativa, la característica de cazadores furtivos en la zona de los Esteros del Iberá, cubriendo con su despliegue gran parte de la frontera seca entre las localidades de Santo Tome, Corrientes, Argentina y Uruguayana, Río Grande Do Sul, Brasil.

Allí, en una extensión de 7400 hectáreas, funcionaba todo un entramado logístico, puesto al servicio del narcotráfico.

Ese operativo sirvió, no solo para desentrañar los misterios de las avionetas nocturnas que los pobladores del lugar señalaban como un hecho recurrente en el tiempo, sino también para descubrir un modus operandi que hasta ese momento no era común en las prácticas narco, el bombardeo de cocaína. Y no solo en campos Correntinos, la operatoria se repetía en provincias del norte, centro y litoral de nuestro país.

En esa oportunidad, fueron detenidas 10 personas, entre ellas la propietaria de la estancia y su pareja. Se secuestraron cuatro avionetas (una de ellas con una carga de 300 kilos de cocaína), camiones cisternas con bombas eléctricas para surtir de combustible a las aeronaves, teléfonos satelitales, equipos de comunicación, radios, GPS, armamento de grueso calibre y hasta un generador de energía eléctrica para iluminar partes del recorrido en el campo y su trayecto a la casa.

Uno de los prófugos de ese operativo, Marino Di Valdo Pinto de Brum (o) Silvio Andre de Lima Borges fue detenido tres años después en Brasil y según datos aportados por la DEA (Drug Enforcement Agency), este era un Dono o jefe de banda, una de las tantas que, en un sistema nodal, integran las facciones criminales que actúan en Rio de Janeiro.

En este caso, se comprobó que esa Facción era el poderoso y violento Comando Vermelho, con sede en Río y presencia registrada en muchos de los 26 estados de ese país y gran parte de la región Latinoamericana.

Marino Di Valdo Pinto de Brum, resultó ser uno de los más cercanos al líder de esta facción criminal, Luiz Fernando da Costa conocido como Fernandinho Beira-Mar, preso desde el año 2001, cuando fue detenido por el ejército colombiano, en plena selva paisa, mientras intercambiaba armas por drogas con el frente 16 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (F.A.R.C.).

Comando Vermelho

Desde hace tiempo, en esta columna nos hemos referido e incluso ahondado en la actividad desplegada por el Primer Comando de la Capital (P.C.C.), también conocido como 15.3.3. (por el orden en que las letras de sus siglas se ubican en el alfabeto), grupo criminal de estructura compleja de formación carcelaria con expansión regional y funcionamiento de bróker con al menos una estructura supercompleja en el mundo del hampa, como lo es la mafia calabresa (N´drangheta).

Pero poco hemos dicho sobre el Comando Vermelho o Comando Rojo, primera organización criminal de formación intracarcelaria Brasilera.

Lo miembros de Comando Vermelho, la banda rival del PCC, nacida en Rio de Janeiro.

Sus orígenes se remontan al año 1969, cuando por decisión de la dictadura militar que gobernaba el vecino país, se aislaba a los guerrilleros de la Falange Vermelha (grupo que se oponía por la vía armada al gobierno de facto) en la prisión de Cándido Mendes (hoy desactivada) en la isla conocida como Ilha Grande en el litoral sur de rio de janeiro, donde convivían con presos comunes.

Los años y los malos tratos hicieron que ciertas prácticas de protección ensayadas por los “guerrilleros” fueran adoptadas por el colectivo de los comunes, quienes además fueron introducidos en la actividad política a través de la lectura de diversos textos. Entre ellos, el mini manual del guerrillero urbano, escrito por Carlos Marighella uno de los inspiradores de ese movimiento de guerrilla urbana.

Muchos de los comunes del primigenio grupo, que compartiera cárcel con la falange Vermelha, aplicaron los conceptos de formaciones especiales y tácticas militares en función de la construcción y consolidación de poder hacia el interior de las favelas sin olvidar su gestión al interior de las cárceles cariocas. Pues estas también son parte de sus territorios.

Su Cenit, se registró en los años 90, donde el Comando Vermelho llegó a dominar el 90 % de las más de 700 favelas existentes en Río de Janeiro.

Las disputas de poder hacia el interior de la organización produjeron escisiones que, a su vez, generaron el surgimiento de nuevas bandas que han hecho que el Comando Vermelho, haya perdido gran parte de ese poder. 

A la fecha, según estimaciones de especialistas en la materia, la organización criminal carioca domina el 40% de ese universo de marginalidad ciertamente organizada.

Su líder continúa siendo Luiz Fernando da Costa (a) Fernandinho Beira-Mar, alojado en la Penitenciaria Federal De Matto Grosso Do Sul, donde cumple una condena a mas de 330 años de prisión.

Un dato curioso que guarda una preocupante similitud con nuestra realidad, es que Beira Mar, al momento de ser capturado en Colombia en el año 2001, registraba una condena pendiente de 33 años de prisión.

22 años después, en los que nunca recuperó su libertad, ha sumado 297 años de condenas por delitos aberrantes, planificados, coordinados y ejecutados desde sus diferentes lugares de alojamiento carcelario en Brasil. También por otros delitos gravísimos como la muerte violenta y decapitación de internos ejecutados dentro del propio y complejo entramado de prisiones brasileras.

Hace unos días, el líder de la facción Criminal rosarina conocida como “la banda de los monos” – Guille Cantero- , sumo a partir de su última condena la cantidad de 113 años de prisión, de los que casi cien, corresponden a delitos gerenciados desde la cárcel.

Cualquier similitud en la realidad de las estructuras criminales nunca será mera coincidencia. Nuestras autoridades deberían tomar cuenta de ello

Por Gabriel Iezzi

Publicado en Infobae.com