Cada vez que fallece alguna persona que se encuentra condenada o que está en proceso de serlo por medio de los juicios denominados “lesa humanidad”, apologistas de los movimientos subversivos del pasado resaltan esa muerte y catalogan al fallecido como “genocida”, ello, pese a que durante la lucha contra la subversión del siglo pasado no hubo un exterminio sistemático de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, o nacionalidad.

Y, no satisfechos, tildan de negacionistas a quienes homenajean al fallecido, sin siquiera reconocer la existencia de la sangrienta agresión terrorista que sufrió el país durante la década del 70 del siglo pasado, ni tampoco que, visto el bajo rango que tenían en aquellos años quienes aún permanecen presos por esos juicios, su rol debe haber sido el de cumplir las órdenes recibidas para enfrentar esa contienda no convencional.

En relación con cumplir órdenes, tal vez sea interesante tener presente que las reacciones posteriores de algunos sectores a ese tipo de situaciones no son nuevas dentro de nuestra historia, por ejemplo, ante el fusilamiento de Santiago de Liniers, sucedido en 1810, se desató una fuerte campaña contra Juan José Castelli por haber sido quien había cumplido la orden que le impartió la Primera Junta patria, como se ve, parecido a lo que le sucede en estos tiempos a quienes se encuentran condenados o en proceso de serlo por estos juicios, porque a Castelli, quien falleció un par de años después que Liniers por un cáncer de lengua mientras se encontraba detenido en el Regimiento de Patricios, dado que estaba siendo sometido a juicio por la derrota en Huaqui, se lo siguió denostando aún después de fallecido. Por ello, 33 años después de la ejecución de Liniers, Nicolás Rodríguez Peña, en una carta dirigida al historiador Vicente Fidel López, justificó en forma retrospectiva aquellos sucesos diciendo:

“Castelli no era feroz ni cruel. Castelli obraba así porque así estábamos comprometidos a obrar todos. Cualquier otro, debiéndole a la patria lo que nos habíamos comprometido a darle, habría obrado como él. (...) Repróchennos ustedes que no han pasado por las mismas necesidades ni han tenido que obrar en el mismo terreno. Que fuimos crueles. ¡Vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está ya en el compromiso de serlo. La salvamos como creímos que había que salvarla. ¿Había otros medios? Así sería; nosotros no los vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos (...) Arrójennos la culpa a la cara y gocen los resultados... nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres.”

TRISTE DESTINO

Como se puede ver, triste destino le reservamos a quienes en tiempos aciagos de la Patria la defienden contra los ataques que ponen en peligro la seguridad, propiedad y vida de los argentinos, porque luego de haber cumplido las órdenes que les impartieron, terminan siendo juzgados, y en el caso de la lucha contra la subversión, por normas posteriores a los hechos que se les imputan para de ese modo condenarlos a prisión perpetua, y no satisfechos con ello, grupos radicalizados les mancillan su memoria después de muertos.

Tal severidad de trato, nos obliga a que por lo menos todos conozcamos la historia completa de aquellos años para poder comprender, a algunos por sus acciones, a otros por sus omisiones y a los demás por sentirse ajenos, porque habiendo pasado casi medio siglo, y visto que nos va quedando poco tiempo a quienes vivimos aquellos años, creo que una contribución de nuestra generación antes de irnos sería la de dejarles la historia completa de lo que sucedió a quienes no vivieron esos violentos tiempos, porque mantenerla en forma parcial y sesgada es injusto, mucho más cuando es a sabiendas y para satisfacer la sed de venganza de algunos que buscan producir el mayor daño posible a personas que, en cumplimiento de órdenes recibidas, no dudaron en ofrendar hasta sus propias vidas en defensa de la patria.

En síntesis, entiendo que ha llegado el momento de que, con la historia completa, el país supere las secuelas de ese enfrentamiento, no solo para liberar del injusto padecimiento que sufren los presos, ya ancianos, que aún quedan por esos sucesos, sino, y ya pensando en la Argentina, porque sin un pasado completo no hay forma de que el futuro lo sea.

Por Gustavo Liendo

* Abogado y doctor en Derecho.

Publicado en www.laprensa.com.ar