República Argentina: 9:34:06am

Quizás sea esto, el día de su muerte, el premio que Dios le otorgó porque, al igual que Maximiliano, él también había sido despojado de su libertad por venganza política. Pocos lo sabíamos en un país donde olvidar a quienes le debemos algo importante es un don, la infamia se ha convertido en hábito, la traición en moda, la justicia en pura venganza y el cinismo es el dogma primordial de quienes se autodenominan dirigentes. 

Hoy, los argentinos pueden estudiar, trabajar, formar familias, votar y moverse con total independencia sin salvoconductos ni permisos gracias a hombres que, sin pedir nada a cambio, salieron a defender a la patria de una agresión que, si no hubiera sido derrotada militarmente, nos hubiera convertido en un Gulag. 

Pero, también en este tiempo, los argentinos, silenciosos en su vil ingratitud, han preferido olvidar e inclusive, desde el anonimato de una horda, agraviar a estos soldados. La sociedad argentina, esa misma que pedía fusilamientos en plazas públicas para los terroristas, para hacerse perdonar ese desliz salió a convertirse en cómplice de la persecución que, a partir de 1983, aquellos que habían sido derrotados en la guerra, desataron contra quienes hicieron posible, arma en mano, que hoy los argentinos no dependamos de los caprichos de un comisario político que, desde la arbitrariedad y prepotencia, nos diga que podemos o no hacer. 

Pancho- el CAPITÁN DE NAVÍO FRANCISCO LUCIO RIOJA- fue uno de ellos y hoy, para los que somos creyentes, sabemos que ya tiene la mejor recompensa, sirve al Señor de los Ejércitos 

 

 JOSE LUIS MILIA 

 

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