Analizando sus distintas fuerzas, sin duda el Ejército es la que tiene mayor capacidad. Tiene buenos tanquistas y artilleria, aunque sus transportes son antiguos y escasos, al igual que la cantidad de helicópteros. Pero el Ejército Argentino conoce muy bien su territorio. El problema es que la munición en caso de una guerra de movilización total de sus fuerzas, le alcanzaria para un dia.

La Armada argentina tiene una fuerza respetable, suficiente para escaramuzas pequeñas con otros buques, pero no para resistir el ataque de una fuerza coordinada apoyada por aviones de ataque y submarinos. Tiene limitada capacidad antiaérea.

La Fuerza Aérea es la que se encuentra en una situación más lamentable. Vuela con los mismos aviones que en Malvinas, y casi sin que se les hayan hecho actualizaciones. Además ahora hay muchos menos aviones que en esa época, porque al ser tan viejos tienen problemas técnicos y cada vez cuesta mas mantenerlos porque los repuestos ya casi no se consiguen. Los aviones mas modernos que tiene, los A4-AR, son inferiores a los de sus vecinos, y no hay suficientes armas en los arsenales para equiparlos. Además, sólo poca candidad está en servicio, mientras que la mayoria está desarmado y embalado para que no se deteriore. Los sistemas de defensa antiaérea, está todos fuera de servicio, por lo que no existen.

La principal misión de las Fuerzas Armadas de la Argentina, tal como lo estableció el Poder Ejecutivo, es la disuación de posibles amenazas contra la integridad territorial del pais y los recursos naturales, y participar en las misiones de Paz de Naciones Unidas. Para decirlo fácil: es una hipótesis bastante confusa, básicamente, es como decir que tienen que estar preparadas para lo que se las necesite, por si a alguien se les ocurre atacarlos, y como no se sabe para qué están, no se sabe que se tiene que comprar, y no se les asigna recursos.

 

El Estado tiene dinero. No lo tiene para la Defensa Nacional.

Por razones trágicas, la cuestión de la Defensa vuelve a ser tema de discusión en la Argentina. Más allá del desinterés general, una porción minoritaria de la sociedad percibe que las FF. AA. no están en condiciones de cumplir con normalidad sus tareas específicas. Los debates se están desarrollando principalmente en torno de la asignación presupuestaria y el equipamiento. Existe un acuerdo en que los recursos asignados son insuficientes y que el material es obsoleto o se acerca peligrosamente a la obsolescencia. En consecuencia, se ha vuelto peligroso principalmente para quienes lo operan.

¿Debe la Argentina, que es además uno de los ocho primeros países del mundo por el valor presente y futuro de sus recursos naturales (agua dulce, litio, tierras raras, gas, petróleo, alimentos y energías eólicas, entre muchos otros) seguir debilitando su brazo armado?

En definitiva, hoy la Argentina es una “joya” mundial enorme, plena de recursos que faltarán en un futuro próximo y está indefensa. No tiene preparada a sus FF.AA.  la “última reserva” de cualquier país serio del mundo, para garantizar la existencia del Estado en el corto, mediano y largo plazo. Esto significa que no puede garantizar la soberanía e independencia de la Nación, su integridad territorial soberana, pretendida y usurpada, legada por nuestros antepasados, su capacidad de autodeterminación y tampoco la protección de la vida y libertad de sus habitantes. El proceso para revertir la situación actual de la defensa argentina es largo y sinuoso, pero no imposible. Es importante que exista la voluntad política de transitarlo y que se trace su recorrido de modo realista y desapasionado. De lo contrario, las próximas generaciones sufrirán la ausencia de un legado constructivo que ayude a preservar su modo de vida.

El problema de la defensa nacional no ha logrado preocupar a los dirigentes políticos, al Comandante en Jefe de las FFAA y Presidente de la Nación, al Ministro de Defensa, al Jefe de Gabinete de Ministros y otros, de hecho no se contempla en las plataformas electorales de ninguno de los candidatos.

El gobierno de Mauricio Macri lo hace de la peor manera imaginada, con un default y una corrida cambiaria y financiera cuyo límite todavía se desconoce.

La población asalariada observa incrédula como día a día, con la suba imparable del precio del dólar, se diluyen sus ingresos. El numerito de las pantallas sube minuto a minuto, hora tras hora, como un cronómetro que nadie detiene. Pero no es sólo un número. Sus efectos son devastadores. El primer impacto son los precios, las compras cotidianas. La plata ya no alcanza para lo que alcanzaba ayer y muchos consumos habituales comienzan a ser prohibitivos. Para algunos, significa apenas cambiar de hábitos, para otros consumir menos, para millones es recortar lo que se come o pasar necesidades. La mayoría compra menos, las ventas caen, la economía se frena. Las empresas ya no pueden pagar todos los sueldos y se deteriora el mercado de trabajo. No se trata sólo de un número que sube para unos billetes que la mayoría nunca va a comprar, es la puesta en marcha de la rueda de la recesión y el deterioro económico. Y es inexorable. Es lo que se profundizará en los próximos meses. Es mucho dolor, con vidas, proyectos y sueños que se ponen en pausa o se abortan. Sus opositores sostienen que el gobierno de Mauricio Macri deja una deuda externa con un peso tres veces más grande que el que dejó Cristina Kirchner y una inflación que por momentos es el doble. Y con el FMI dando indicaciones de que no es un país más ordenado, como dicen.

Es sorprendente que un país con la octava superficie terrestre del planeta, con jurisdicción sobre una masa acuática en el Atlántico Sur que casi quintuplica su jurisdicción continental, con la tercera reserva mundial de gas y la cuarta de  petróleo y con capacidad de producir alimentos para 400 millones de personas, haya llegado a esta situación.

Para los especialistas, el país tiene "casi nulas capacidades de controlar su espacio aéreo por medio de aviones de combate",  la Infantería de Marina no posee unidades de desembarco, los destructores y corbetas deberían haber tenido procesos modernización y media vida hace más de una década, la aviación naval no tiene portaaviones, no hay un sistema de defensa antiaéreo de mediano y largo alcance, a lo que se suma masiva migración de pilotos militares a la aviación comercial y de militares a la Policía.

 

El Gobierno trata de despegarse de las culpas, poniéndolas en el gobierno pasado y ahora en el futuro, ¿qué responsabilidad tiene de lo que pasa? ¿Y este gobierno lo puede hacer? No lo pueden hacer porque no creen en eso. Es el peor camino, hacer eso en lo que no creés, porque lo vas a hacer mal.