La señora Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo, fue junto a un grupo a la Casa Rosada a reunirse con el Presidente y al término de la reunión afirmó: “Parece mentira volver a esta casa que estuvo tomada por cuatro años”. El desprecio por el funcionamiento de las instituciones democráticas que representa esa frase es monumental. La gestión del anterior gobierno puede gustarle más o menos a cualquier ciudadano, pero decir que esa administración tuvo “tomada” a la Casa Rosada cuando fue un gobierno que tuvo un nacimiento y desarrollo legítimo, otorgado por la voluntad popular, es una expresión digna de alguien que no tiene un mínimo de sentido democrático. Entre las muchas expresiones de rechazo que esto generó sobresale la de Matías Reggiardo, que expresó: “Como nieto restituido por Abuelas de Plaza de Mayo, quiero señalar mi profundo rechazo y pesar por los dichos de Taty Almeida que pretende desconocer la legitimidad de un presidente constitucional democráticamente elegido por el voto popular”.

 

Como soy un amante de los datos históricos, no puedo sustraerme al hecho de que el hijo de Taty Almeida desapareció en 1975 durante un gobierno del mismo signo político que el actual. Al poder estaba el gobierno peronista, en un momento donde el país era rehén (una vez más) de la violencia de esa organización política. Alejandro Martín Almeida no desapareció durante la dictadura militar. Entre 1973 y 1976 gobernaba el peronismo (Cámpora, Perón e Isabel Perón). Este gobierno es claramente del mismo signo que aquel que gobernaba cuando sucedió la desgracia de la señora Almeida. Como dato de color podríamos agregar que hasta había un Cafiero por esos tiempos en ese gobierno y ahora hay otro. O sea, a esta señora le da mucha felicidad que esté en el gobierno la fuerza política que estaba cuando desapareció su hijo. Por otro lado, desprecia a una fuerza política (el gobierno anterior) que no tuvo nada que ver con ese hecho. Ese tipo de deformaciones históricas y de fanatismo irracional son una de las peores cosas (entre otras muy perversas) que el peronismo histórico instaló en la Argentina y que en su etapa última (kirchnerismo) se han visto exacerbadas hasta límites impensables. Hay un libro fantástico de Aleksandr Solzhenitsyn llamado Un día en la vida de Iván Denisovich que me hizo acordar a este episodio. Los prisioneros de los campos de concentración de Stalin no saben por qué se encuentran allí, pero piensan que, seguramente, Stalin y el Partido tienen razón en haberlos enviado a ese lugar: el síndrome de Estocolmo de los autoritarismos. Ese mismo que padece mucha gente en Argentina con el peronismo. En 1974 y 1975, durante el gobierno del mismo signo político que el actual, hubo más de 2000 desaparecidos en Argentina: los desaparecidos y tantísimos exilados del peronismo. A su vez, hubo gente asesinada por Montoneros y la Triple A, organizaciones con lazos con el gobierno imposibles de esconder. La coalición Cambiemos, que para Taty Almeida “tomó” la Casa Rosada, nada tuvo que ver con esos hechos desgraciados.

 

Si seguimos buscando datos, encontraremos algunos que hacen aun más inexplicable la alegría de la señora Almeida. Ese mismo gobierno justicialista fue el que dictó dos decretos en los que ordenaba a las Fuerzas Armadas “aniquilar” a los “elementos subversivos”. Usaron la palabra “aniquilar” en los decretos. Era un gobierno constitucional como el de ahora y perteneciente al mismo signo político que el actual. Esta semana Graciela Fernández Meijide (la gran y digna dirigente de derechos humanos de la Argentina) recordó que el peronismo no quiso integrar la Conadep (el organismo que presidió Ernesto Sabato en la vuelta de la democracia y que reunía la información sobre las personas desaparecidas). Mientras, el Presidente puso una foto en sus redes con Taty Almeida y escribió: “La memoria no se puede robar, siempre la mantendremos viva”. Creo que no le conviene la memoria. Algunos nos acordamos de todas esas cosas. También nos acordamos de que cuando Alberto Fernández era funcionario de Menem le parecía bien el indulto que el ex Presidente dictó para militares y terroristas. Pero a los fanáticos todas esas cosas no les importan. El gran escritor israelí Amos Oz dice que “el fanatismo es el gen maldito de la humanidad”. Toda esta gente está tan llena de odio que le es difícil ver. Alguien dijo alguna vez: “La diferencia entre un ciego y un fanático es que el ciego sabe que no ve.”

 

Los dichos de Taty Almeida fueron después de una reunión con algunos de estos referentes de “derechos humanos”, entre la que se encontraba Estela de Carlotto, quien afirmó: “Se habló de Milagro Sala. Se pidió especialmente por este tema”. Esta semana el Tribunal Superior de Jujuy confirmó la condena de 13 años de prisión por defraudación al Estado. Independientemente de la condena, esta semana la periodista jujeña Rosario Agostini recordó: “Luca Arias recibió una golpiza tremenda de parte de Milagro Sala y sus ‘muchachos’ tupaqueros. Murió 6 meses después. Pato Conodorí murió atravesado por una bala cuando ‘orgas’ de Sala intentaban tomar tierras en Humahuaca. Y sigue la lista de jujeños cuyas muertes siguen impunes”. Tiene que ser muy difícil ser víctima de Milagro Sala y que, en Buenos Aires, la secta de los derechos humanos te ignore y apañe a tu victimario frente al Presidente y que nadie se ocupe de las verdaderos damnificados.

 

Del mismo modo, a los fanáticos no les importaron los derechos humanos de las familias de los soldados (conscriptos-civiles) muertos en Formosa en 1975 (en el reg. 29 de Monte) por un ataque terrorista de la organización Montoneros realizado en democracia. Hay una causa en la justicia federal por estafa, ya que hay grandes indicios de que les pagaron a familiares de terroristas cifras millonarias como si estos hubieran sido víctimas del Estado, cuando en realidad fueron los agresores. Incluso los nombres de estos terroristas fueron colocados en los muros del Parque de la Memoria. La mezcla que surge define muy bien al peronismo: violencia política y corrupción. Como siempre, hay un silencio atronador de la secta en la que se han convertido Carlotto, Bonafini, Almeida, Pérez Esquivel, Verbitsky y tantos otros. La causa en cuestión está en el juzgado de Daniel Rafecas. Hay que tener cuidado porque es un juez amigo de la secta, sancionado por cerrar la causa Nisman sin mirarla, aquel que hizo una payasada en la causa sobre las presuntas coimas en el Senado durante el gobierno de De la Rúa (el juicio oral demostró que todo era una operación política) y el que juzgaba a Boudou en una causa y chateaba con él acerca de la misma. Lamentablemente, le ofrecen ahora el cargo de Procurador por ser un empleado disciplinado del PJ.

 

En 2010 visitó la Argentina Tzvetan Todorov. Fue un extraordinario filósofo y semiólogo humanista. Padeció el comunismo en Bulgaria y fue crítico de cosas del conservadurismo extremo. Un hombre brillante, libre y honesto. También se dedicó a estudiar campos de concentración. En ese viaje fue invitado a conocer el Parque de la Memoria y la ESMA, y cuando los kirchneristas pensaban que obtendrían la aprobación de un gran referente mundial se encontraron con lo contrario e intentaron acallar su visita. Luego de su visita, Todorov escribió una extraordinaria carta llamada “Un Viaje a Argentina”, cuya lectura recomiendo y que se encuentra fácilmente en Internet. En su introducción dice: “Una sociedad necesita conocer la Historia, no sólo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucionario precedió al terrorismo de Estado de los militares y no se puede comprender el uno sin el otro”. En otra parte explica: “La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad, por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política”. En 2010, con un par de días en Argentina, Todorov entendió que algo estaba mal. Se había construido un relato y se negaban los hechos. La decadencia actual se explica con sus dichos. Si no se entiende esto la decadencia será imparable.