El jefe de la banda terrorista Montoneros intentó justificar su acción criminal con el pseudoargumento de que la situación político-social en los ’70 fue la verdadera causante u origen de la lucha armada. Agregó, además, que los jóvenes actuales debieran preguntarse si dicha situación es similar a la actual. Un disparate rayano en la apología del delito que, en la Argentina, no debiera suscitado el menor comentario. Ello porque en este país se honra a delincuentes muertos de dicha banda (también del ERP) con calles, plazas, premios académicos, monumentos, etc., con sus nombres.
Por poner unos ejemplos: El nombre de una estación de Subterráneo de la ciudad de Buenos Aires lleva el nombre de Rodolfo Walsh, el terrorista que asesinó a 24 personas con una bomba. Cuando murió el montonero Juan Gelman, la presidencia de la Nación decretó tres días de duelo nacional. En la Costanera de la Capital Federal se erigió el Parque de la Memoria para recordar y reivindicar a los que hacían política matando (con la salvedad de unos pocos inocentes). Allí, en un gran muro, están inscriptos en piedra, por ejemplo, los nombres de los asesinos de Arturo Larrabure, María Cristina Viola, Paula Lambruschini, Jorge Roberto Ibarzábal y tantos otros a los que la democracia no recuerda ni quiere recordar.
En este contexto, lo normal, lo esperado, era que se recibieran las declaraciones del Firmenich con la atención y seriedad que se les da a las palabras de un héroe.
De la misma manera cuando se lee a Horacio Verbitsky o a Roberto Perdía sobre el tema derechos humanos. Ambos son responsables de cientos de asesinatos. Perdía, recientemente fallecido, fue “palabra santa” para los jueces en la causa de lesa humanidad denominada La Contraofensiva.
Pero, las palabras de Firmenich no se recibieron como era esperable. Vaya uno a saber por qué comunicadores como Eduardo Feinman, Alfredo Leuco o Franco Mercuriali salieron con los tapones de punta contra el Pepe. En el programa de Mercuriali, en el canal “TN” se dio una situación que en cierta forma representa la opinión extendida sobre el tema. Ello a partir de un intercambio de opiniones entre el diputado Ramiro Marra, el politólogo Marcos Novaro y el conductor del programa, Mercuriali. Este último, en obvia alusión a los dichos de la vicepresidente Villarruel, se preguntó si poner preso a Firmenich y al resto de los Montoneros debiera ser parte de la agenda del gobierno de Milei, teniendo en cuenta los desafíos a los que se enfrenta esta administración. Marra, tirando la pelota afuera, contestó que respetaba la posición de Villarruel, pero insistió en que la agenda del gobierno no contemplaba dicha situación (es decir, la moral y la justicia).
Marcos Novaro sostuvo que una reacción desde el gobierno contra las bandas terroristas, emulando lo hecho por la izquierda y el kirchnerismo contra los militares, no era bueno o recomendable. Algo así como sostener que el país debía dar vuelta esa página y mirar para adelante. Reflexión laudable, si las hay, pero que se da de patadas con el hecho repugnante de que, al mismo tiempo, estos señores no dicen nada sobre la persecución infame y violatoria de los derechos humanos que se hace desde el Estado contra los que evitaron que la banda terrorista de Firmenich se hiciera con el poder.
Dio la casualidad de que en dicho programa estuvo el ex oficial montonero Diego Guelar, que no fue presentado de esta manera sino como ex embajador. Hoy es una persona respetable (no puedo decir lo mismo de Firmenich). Tan respetable es él hoy, como lo fueron y lo siguen siendo miles de policías y militares que se pudren en las cárceles por cumplir con las órdenes de combatir a los Guelar y Firmenich.
Por último, confieso que es mucho más el asco que me invade cuando un periodista llama “genocida” a un militar, que cuando lo hace Firmenich.
*Miembro del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta