“Rusia ya no va a retroceder. El retiro de posiciones conquistadas por la sangre, las lágrimas, el dolor y el sudor durante la Segunda Guerra Mundial, que se produjo desde el momento de la desintegración de la Unión Soviética en los últimos veinte años, ha terminado”.
Esa es, en esencia – a juicio de los analistas occidentales- la impronta que el presidente de Rusia Vladimir Putin fijó ante sus ciudadanos y que le valió, en el marco de la crisis del Mar Negro, y de los feroces combates que se libran entre pro rusos y el gobierno ucraniano, un alto grado de adhesión popular, particularmente en el ámbito de las fuerzas armadas de ese país que ven ahora la oportunidad de resurgir del ostracismo. Para estos observadores, refuerza esta posición la potencial amenaza de un cinturón antimisilístico SM-3 Block IB de procedencia estadounidense, y de tropas convencionales, que la OTAN se propone desplegar, especialmente, en territorios que anteriormente –como Ucrania- pertenecieron a la desaparecida URSS. En las últimas horas del miércoles (28 may 2014) Moscú obtuvo un expreso apoyo de la Argentina a través de un documento en el que expresó su rechazo a los "dobles stándares" que, a juicio de la Cancilleria y en consonancia con un documento interno (ver más abajo) esgrimen Estados Unidos y Unión Europea en torno a la crisis. Esa postura es similar a la adoptada por Argentina en torno a la cuestión de Malvinas.
Para estos observadores, Putin, hábilmente, y utilizando en sentido inverso las mismas estrategias propagandísticas que sus adversarios de Occidente, comenzó una paciente tarea didáctica en sus discursos haciendo notar, en reiteradas oportunidades, que “a pesar de todos los esfuerzos” de Rusia de los últimos más de veinte años para organizar una cooperación de beneficio mutuo y equitativo con Occidente, Estados Unidos y otros países occidentales prefieren guiarse en su política internacional, exclusivamente en base al “derecho de la fuerza” e ignorando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Señalaron que Putin puso énfasis en que así ocurrió durante la incursión de la OTAN a Yugoslavia a finales de los 90, como, desde su punto de vista, las acciones bélicas libradas en Afganistán, Iraq y Libia. Hizo notar que un calco se perfilaba en Ucrania al fin de 2013.pero que allí la tecnología clásica de "las revoluciones de color" fue actualizada mediante el esquema de conexiones de las protestas "de paz" en las calles, por un lado y las acciones de los grupos armados, por el otro.