República Argentina: 2:20:23am

Por *Juan Estanislao López Chorne publicado por www.perfil.com

El gobierno de Javier Milei optó por el sistema de armas estadounidense con base al "sentido común", pero surgen dudas sobre cómo se defienden realmente los intereses estratégicos de Argentina. ¿Qué saben nuestros políticos de los intereses británicos?

Ningún otro autor expresaba el orgullo del Imperio británico como Rudyard Kipling. Y nadie como él supo retratar poéticamente la diversidad y los confines de la época victoriana. Sin embargo, en su famoso poema de 1891, desafiaba: "¿Qué sabe de Inglaterra quién solo Inglaterra conoce?" Recordé este interrogante, que cuestionaba la visión cerrada de los británicos, al analizar las concesiones que la administración de Javier Milei ha hecho en la adquisición de los aviones F-16. Si Kipling se burlaba de la insularidad londinense, me pregunto qué sabrán nuestros políticos vernáculos al respecto, afiebrados, tal vez, de gin de Plymouth o té de bergamota de Piccadilly. ¿Qué entenderán ellos de los intereses británicos y cómo defenderán los de nuestro querido país?

Pido disculpas por esta breve licencia literaria. Las siguientes líneas analizarán una serie de desatinos de la actual conducción política del Ministerio de Defensa en torno a cuestiones de reequipamiento, en particular en lo relativo a la aviación de combate. Una suerte de síntesis de lo que NO debería hacer un funcionario público que defiende los intereses de un sujeto jurídico llamado República Argentina.

La cuestión merece un muy breve repaso coyuntural, autoridades del Ministerio de Defensa justificaban la firma del contrato por los aviones F16 en los siguientes términos: "Sentido común. Modernizar las capacidades militares a partir de la cooperación internacional con los actores con los cuales hemos desarrollado sólidas relaciones militares con el paso del tiempo”.

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En primer lugar resulta curioso que se apele al último recurso que debería utilizar un decisor estratégico. La invocación al “sentido común” no suele ser una guía del todo confiable en aspectos de Defensa, sino más bien fuente de graves errores, como suele ilustrarse en los cursos de estrategia a través del ejemplo histórico del francés André Maginot y su línea de trincheras y fortificaciones modernizadas que fracasaron estrepitosamente en la Segunda Guerra Mundial.

La opción de los aviones F-16 y el veto británico

En todo caso, sería más útil analizar de manera fría y meticulosa cuál avión de combate serviría mejor a las necesidades operacionales de la Fuerza Aérea y a los intereses estratégicos de la Argentina. Por ello, probablemente porque solamente apelaron a su particular “sentido común”, las autoridades del Ministerio de Defensa parecen haber pasado por alto uno de los motivos principales por los cuales, durante la gestión ministerial anterior, también entraron en competencia cazas polivalentes no occidentales (chinos e indios): el veto británico a la importación de equipamiento militar de ese origen.

El veto generó oportunamente que la oferta de EEUU se focalizara sobre viejas versiones del F16 – los aviones que incorporará Argentina tienen más de cuarenta años de antigüedad – ya que carecen de componentes críticos británicos. Acá surge un punto trascendental y paradójico: quién inicialmente dio origen y apalancamiento a la opción china no fue tanto Argentina sino el propio Reino Unido.

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Ésta fue una “contradicción” que, según trascendió en algunos medios de prensa, habría sido percibida y aprovechada por las entonces autoridades del Ministerio de Defensa para presionar a los británicos a través de EE.UU. con relación al levantamiento del veto. No se trata de nada muy original por cierto. Sin ir más lejos, la Gral. Laura Richardson, en la audiencia de confirmación como – entonces – nueva Jefa del Comando Sur, ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado de EE.UU., recibió la siguiente apreciación crítica del influyente senador demócrata, Mark Kelly:

“Argentina volaba el Mirage III… entiendo por qué en 2015 deciden retirarlo. Ellos han tratado de adquirir un remplazo, incluyendo aviones occidentales, pero han encontrado obstáculos porque frecuentemente los componentes son fabricados en el Reino Unido y tras la Guerra de Malvinas [Falklands War en el original], que empezó y terminó cuando yo estaba en el secundario, sigue siendo un problema que tenemos y que desafía la posibilidad de vender cazas occidentales a Argentina. Y por ese motivo ellos están mirando y buscando el JF17 de los chinos, lo cual es motivo de preocupación para mí y para otros”.

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La capacidad de disuasión y los "costos" para el Reino Unido

Llama la atención que las actuales autoridades del Ministerio de Defensa no hayan reparado en este contrapunto entre EE.UU. y el Reino Unido y tratado de explotarlo políticamente. Y llama más la atención que hayan hecho exactamente todo lo contrario, plegarse de manera acrítica y aquiescente a los intereses de terceros:

¿Con qué criterio han comparado las diferentes capacidades de los aviones de combate que estaban en competencia? ¿su armamento? ¿su vida útil? ¿su sostenimiento logístico? ¿sus radares? ¿sus dispositivos de medidas y contramedidas electrónicas y datalink? ¿sus simuladores? ¿su capacidad de reabastecimiento en vuelo? A juzgar por un número considerable de publicaciones y análisis técnicos de medios locales e internacionales, los F16 en la variante ofrecida a Argentina, no parecen inquietar mínimamente a los británicos. Y, para no poner el foco exclusivamente en ese país europeo, tampoco a ningún potencial adversario con capacidades militares y tecnológicas similares a las de éstos.

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Expliquemos más detalladamente por qué este punto es tan relevante. Nadie pretende desconocer los preceptos de nuestra Constitución Nacional respecto a la recuperación pacífica de la soberanía de los territorios usurpados en el Atlántico Sur. Todo lo contrario. Pero si lo que se pretende es generar incentivos para que, algún día, el Reino Unido se siente en una mesa de negociación a discutir la soberanía de las Islas Malvinas y demás espacios en disputa, todo aquello que aumente los costos políticos y económicos del statu quo para los británicos debería ser de ayuda.

En este sentido es claro que un sistema de armas con capacidad real de combate y lo más importante, con garantías de sostenimiento logístico respecto a su armamento y mantenimiento, resultaba comparativamente una mayor preocupación para los británicos. La capacidad de disuasión no es algo futuro, eventual y no deseado, como podría ser el caso de la utilización en combate efectivo. La capacidad relativa de disuasión empieza en el momento “1” de incorporación de un sistema de armas.

Los británicos a su vez, a diferencia de los actuales funcionarios del Ministerio de Defensa, no improvisan sus políticas públicas. Si sus documentos estratégicos les mandan tener superioridad aérea en la zona de Malvinas entienden muy bien que no es lo mismo tener que hacerlo frente a un avión de combate obsoleto y sin capacidad de reabastecimiento en vuelo que frente a un sistema con capacidades de daño reales y concretas. ¿Y qué importa si los aviones no se van a enfrentar en combate podrá preguntarse aquel que solo apela al sentido común? Importa porque la diferencia son millones de libras esterlinas más que habrán de gastar en Malvinas y que tendrá que explicar el Ministerio de Defensa y el Foreign Office británico en su Parlamento a los escoseses, a los que reclaman por el declive del Health Service, a los que reclaman mayor seguridad interior, etc. etc. En definitiva, se trata de entender los incentivos, las debilidades y las contradicciones de la contraparte que uno tiene enfrente y procurar hacer la mejor “jugada” posible.

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Aunque haya que reafirmar lo obvio: al funcionario público argentino el único interés que importa es el de la República Argentina. Alguien podrá decir con razón: habrá que ser más persuasivo, hacer las cosas mejor, ganar elecciones y tratar de corregir esos errores en un par de años. En efecto de eso se trata el juego democrático. Pero es también el rol de la oposición el control del oficialismo. De manera que tal vez sea momento – una vez más – de iniciar la creación de alguna comisión o subcomisión parlamentaria que – respetando el debido secreto de Estado respecto a capacidades, vulnerabilidades, apreciaciones de terceros Estados, etc. – pueda ir avanzando en la investigación de qué criterios motivaron las decisiones del Poder Ejecutivo en torno a la selección del sistema F16 y si hubo algún tipo de concesiones dañosas a los intereses de la República en dicho proceso.

*Juan Estanislao López Chorne es doctor en Seguridad Internacional, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Exdirector nacional de Cooperación para el Mantenimiento de la Paz del Ministerio de Defensa.